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Hijos prestados

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Las madres sustitutas reconocen la complejidad emocional que genera en los niños vivir en hogares ajenos. “Llegan niños con dificultades, ¡muchísimas!. Llegan con problemas de drogadicción, con las marcas que deja una violación, con problemas de descuido de los padres. Entonces uno tiene que acogerlos en su casa para cuidarlos mejor que los hijos de uno”, dice Mercedes, una de las madres sustitutas a quien modifiqué el nombre para proteger su identidad. 
Luego de vivir con los niños, Mercedes no está de acuerdo con que ellos retornen a su hogar de origen, “los niños pasan algunos meses con sus padres y otra vez lo mismo, Bienestar se los quita, los niños sufren y terminan en otro hogar de paso ¿eso es justo?”, afirma Mercedes, antes de contar porqué se retiró.
Cada niño que llega al hogar deja una huella muy marcada, evidentemente unos más que otros y para Mercedes ese fue el detonante, “recibí un bebé entre los 6 y 8 meses, no podía ni gatear, su salud era muy mala”. Como a todos los niños ella debía cuidarlo para garantizar su bienestar y luego verlos partir hacia otros hogares, sin embargo, para las madres no es fácil diferenciar ese vínculo luego de empezarlos a considerar sus hijos, “lo amaba y un día simplemente me llamaron porque debía devolverlo con su familia. Pero la situación no cambió, hubo desnutrición en pocos meses, de nuevo lo retiraron de su hogar y no permitieron que volviera conmigo. No pude volver a ver a Pachito”, narra Mercedes entre lágrimas. Y agrega:
 
—Lo teníamos muy lindo, dábamos la vida por él y él por nosotros. Me decía «mamita», y mi esposo le decía «papito».
Las madres sustitutas no tienen derecho a saber qué pasó con los niños luego de que son retirados de sus hogares, no pueden llamarlos, verlos o preguntar por ellos. “Cuando se van se siente un vacío tremendo. Es como cuando se le muere a uno alguien, esa es la sensación. A veces uno dice «mejor renuncio porque es la tristeza más grande» pero uno levanta la cabeza y continúa por el resto de niños”, dice Ana, madre sustituta que también me pidió que cambiara su verdadero nombre. Ella lleva cinco años con su hogar de paso en Bogotá a través de una fundación, que es la encargada de realizar visitas mensuales y supervisar el bienestar de los menores. 
Con 53 años, Ana sigue arrullando bebés en sus brazos, cuidándolos, llevándolos al pediatra y comprándoles ropa, para que su etapa de desarrollo temprana no sea tan impactada por la separación con su madre biológica. Para ella ser madre nuevamente es una labor social y se siente orgullosa de hacer parte de ello y tener el apoyo de su familia. Su hijo Miguel Angel, quien estudia psicología, dice que siempre que llega un niño al hogar se involucra y se le despierta ese instinto paternal, aunque reconoce que esta situación puede ser problemática para el menor:
—Quedan secuelas en los niños por la transición de hogares. Por eso se sugiere realizar un acompañamiento al niño siempre. El proceso es más ameno cuando son bebés porque a pesar de que hay una ausencia no está el recuerdo.
La responsabilidad entonces no la adquiere sólo la madre, sino también toda la familia que acompaña el proceso, lo que implica muchos sacrificios. El presupuesto destinado por el ICBF para cada niño casi nunca es suficiente para cubrir todos los gastos mensuales, por lo que a pesar de que hay una remuneración por ser madre sustituta, gran parte de ese dinero es invertido en el niño.
Las madres, las familias y los niños se ven envueltos en una dinámica de apego a corto plazo, pues constantemente deben romper el vínculo que se construye en el hogar e incluso, cuando la madre quiere adoptar al menor debe pasar por un proceso lleno de obstáculos. Adriana (madre sustituta en La Dorada, con nombre cambiado para proteger su identidad) abrió las puertas de su hogar y luego de unos meses conoció a Víctor, quien cumplió 6 años con ella hace pocas semanas. Normalmente los niños solo duran unos pocos meses dentro del hogar, pero Víctor es un caso especial.
Con ocho días de nacido y sin haber recibido su primer baño, Víctor fue llevado a la casa de Adriana, donde luego de ocho meses de cuidados empezó a enfrentar signos de diferentes enfermedades. En Manizales Víctor es diagnosticado con retraso en el neurodesarrollo, hipotonía central, cardiomiopatía, entre otras enfermedades. “Me dediqué a Víctor, no me separé de su lado, aunque la neuróloga decía que el niño estaría el resto de su vida postrado en una cama”, dice Adriana y agrega que:
—Él hablaba con la mirada, es un niño muy hermoso, es un valiente. Mi hijo ya camina, habla, tiene un corazón normal sin ninguna cirugía o medicamento.
Con amor, Adriana le dio otra oportunidad de vida a Víctor pero, como muchas otras madres sustitutas, enfrenta el dolor a la posibilidad de que en cualquier momento deba regresar al niño al que ya considera su hijo, “se contradicen en Bienestar nos dicen «ustedes los deben amar como sus hijos» pero cuando los amamos, nos dicen «acuérdense de que esos hijos no son suyos, son prestados». 
Todos los niños que llegan a los hogares de paso lo hacen porque han pasado por algo grande y doloroso, llegan con marcas profundas que a nivel psicológico y neuronal los van a acompañar toda la vida y aunque las madres sustitutas hagan lo posible por brindarles una mejor vida, los niños deben migrar hacia otro lado y empezar nuevamente ese proceso de vinculación.

Martina dibuja su casa, su momento más feliz y a su madre en su hogar de paso
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