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Círculo protector

Acogidos en hogares de paso y protegidos por familias temporales, los niños son sometidos a la crianza fuera de sus hogares, impidiendo su crecimiento normal y un desarrollo psicológico saludable.
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Una niñez que crece entre continuas mudanzas, familias transitorias y constante papeleo. Entornos violentos, en muchos casos marcados por el conflicto armado y la inequidad del país, han dejado marcas en miles de niños en una cultura en que la violencia no solo es natural, sino que se cree que es la mejor manera de crianza. Ante las agresiones, un niño puede pasar mucho tiempo en instituciones que se convierten en su nuevo hogar.


Muchas son las madres que pueden pasar por la vida de un niño antes de ser reintegrado a su hogar o adoptado, la constante inestabilidad y desvinculación emocional marca tanto la vida de las madres sustitutas como las de los niños. Madres de profesión, dedican su esfuerzo a mejorar la calidad de vida de los pequeños mientras, desde la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Externado, se pretende brindar alternativas de protección infantil para regresar a los niños a su hogar de origen.
La institucionalización es una parte del sistema de protección y sustitución de derechos en temas de maltrato. En Colombia, 12,925 niños en 253 instituciones de protección privadas. El Instituto de Bienestar Familiar (ICBF), la Policía de Infancia y Adolescencia, los juzgados de familia, entre otras instituciones, toman medidas para retirar al menor de su contexto hostil. De esta manera se rompen vínculos de forma temporal o permanente con su familia, lo que puede terminar siendo peligroso y dañino para el desarrollo del menor.


“Los seres humanos estamos programados para tener un círculo protector muy bien definido, formado por el núcleo familiar cercano”, dice Juan Carlos Caicedo, docente investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia, y agrega que, “nuestro cerebro social no está diseñado para crecer en unos entornos institucionales donde las figuras no están tan claras”. Se les sugiere a los psicólogos, nutricionistas, profesores, entre otros profesionales dentro de las instituciones, que eviten la construcción de un vínculo afectivo con los niños, es decir, que no cumplan el rol de figura protectora, pues durarán poco tiempo realizando el acompañamiento, lo que en consecuencia deja una marcada ausencia al no tener a quien apegarse.


Sin embargo, para que el niño encuentre seguridad emocional y protección en momentos de estrés, depende de la capacidad de percibir, interpretar y responder adecuadamente y a tiempo a las necesidades del niño o niña, según la teoría del apego de John Bowlby.


Las madres sustitutas terminan siendo lo más cercano a una figura de protección que puede tener el niño dentro del ICBF. Ellas acogen de manera voluntaria y subsidiada por el Estado a diferentes niños, niñas y adolescentes por un tiempo determinado. Transitar, evitando generar vínculos y acoplándose a nuevos entornos de manera constante, genera altos riesgos para el desarrollo cerebral, físico, hormonal, emocional, cognitivo, lingüístico y social.
 

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